Desde antes del tiempo

martes, abril 25, 2006

Un cuento

Primero dejó de comer, aunque la comida había sido un punto central en su vida, había cosas más importantes que hacer.

Después dejó de tomar, agua, por supuesto, otra cosa no bebía, más que un sorbo de champaña en alguna ocasión muy especial.

Cuando las fuerzas se le fueron acabando, se acostó en el piso, comodamente en un principio, después ya no importó.

Y por fin dejó de respirar.

Pero no murió. NO. No por lo menos, como lo entendemos nosotros. Sólo se aparto un poco de esta vida terrenal y se dedicó a viajar.

¡Qué placer viajar así! Sin ataduras, ni esperas, sin demoras, ni valijas pesadas. Solo volar hacia donde él quisiera, y conocer tanto, tanto.

En su primer vuelo se pareció al Principito, todo de blanco, con pantalones abuchonados en los tobillos y una larga bufanda que flameaba detrás de él. Y se dio cuenta de que podía ser quien quisiera. En ese viaje, sentado en una nube, jugaba carreras con el viento.

Otra vez se paró sobre el planeta Tierra y camino sobre él como los payasos del circo sobre una pelota. Sus propias carcajadas le llenaban el pecho y brotaban de su garganta. Y allí abajo en esa pelota-planeta, solo los más pequeños lo escucharon y aplaudieron, contestándole con ese gorgojeo típico de bebés que saca sonrisas en las madres.

Pero el mejor de todos sus viajes fue el que hizo acompañado. Ese día y por primera vez desde que decidiera abandonar la Tierra, se encontró con alguien en su deambular. Cuando lo miró a los ojos sintió una conexión inmediata con ese extraño, y sin palabras de por medio comenzaron a caminar juntos.

Repentinamente, el otro le habló.

-No estás aburrido de andar solo hace ya tanto tiempo?

-No-contestó extrañado-Me gusta pasear en las nubes, hacer skate en los acantilados, o saltar de Planeta en planeta. Me gusta hacer reír a los chiquitos, son los únicos que me ven. Vos no lo probaste alguna vez?

La respuesta fue una sonrisa condescendiente, pero bondadosa.

-Además todavía no encontré todas las respuestas.

-¿A qué preguntas?

-A todos los por qués y para qués. A los ¿habrá, realmente existirá?

-Y estás seguro de que buscaste en los lugares adecuados?

-En todos los que se me ocurrió, por lo menos.

El extraño-desconocido se quedó pensativo un rato. Y luego alargando una mano tomó una estrella pequeña pero muy, muy brillante y se la dio.

-Es hora de que vuelvas. Has paseado y disfrutado y encontrado todo lo que acá podías hallar. Ahora vuelve y busca allí el resto de las respuestas. Seguramente surgirán más preguntas y podrás contestar las que correspondan, ya sabes dónde buscar.

Dicho esto se alejó caminando serenamente, silbando, con las manos en los bolsillos que antes él, el paseador, no había notado que tuviera.

La estrella flotó desde su mano hacia su corazón, luego hacia su frente y por último hacia su coronilla. La luz se hizo más fuerte, tanto, que le pareció que podía agarrarla, si quisiera, como si fuera una soga.

El extraño-desconocido miró hacia abajo, hacia la pelota-planeta y una sonrisa iluminó su cara. Decididamente el trabajo de un Padre no termina nunca.

Acá abajo, en el planeta Tierra, un rayo de sol iluminó una habitación, en una casa de un país y se reflejó en el llanto del recién nacido y la sonrisa de esos padres primerizos.

Irina giglio

Abril 2005