hadas parte 6
En su oficina el rey mandó a llamar a su
ayudante y le dio dos órdenes; que trajeran una bandeja con diferentes jugos de
frutas, las masitas con esencias de flores que siempre debía haber en su
palacio, dos copas y tres dedales de cristal. Y una vez que hubieren traído
todo, que nadie los molestara hasta que él o su hija así lo decidieran. Cuando
el mayordomo golpeó la puerta con la bandeja, el mismísimo rey abrió, le sacó
la bandeja de las manos al sorprendido hombre y le cerró la puerta en las
narices.
Juliana mientras tanto, recorría la
estancia con curiosidad, rara vez le era permitido entrar y miraba todo con
grandes ojos y mucha ayención como para no olvidar todo lo que ese lugar tenía.
En una de las paredes al costado del amplísimo escritorio, que dejó para
investigar al final, había un mapa con todos los reinos y mares del mundo y por
primera vez notó que los reinos estaban marcados con distintos colores. Más
tarde, mucho más tarde se enteraría de que los colores marcaban qué reinos eran humanos, cuáles eran
los de las hadas, los de los orcos, los de los enanos, y los del resto de los
seres que habitaban el mundo.
También había una gran biblioteca, que
ocupaba las otras dos paredes y un ventanal, que ya sabemos, daba a los
jardínes.
El rey dispuso las cosas de la bandeja en
una mesa cerca de la chimenea, de un armario con puertas de cristal sacó una
botellita azul que estaba escondida detrás del resto de las botellones. Vertió
un poco del líquido en uno de los dedales, sirvió jugo en las dos copas y se
sentó.
Una vez que Juliana terminó de recorrer la
estancia se sentó junto a su papá.
-Qué pudiste hacer con ese cristal?-
preguntó Casimiro.
-Mirar los colores del sol- contestó
evasive Juliana. Tenía miedo de que si le contaba lo que había visto le quitara
el cristal o peor, que no le creyera.
-Vos sabes qué es ese cristal?
-…una especie de joya…
-No Juliana. Es algo mágico, y tiene un dueño.
-Claro que tiene un dueño, bueno dueña. Soy
yo.
Fritzchie y Manchu eestaban parados sobre
la mesita redonda, escuchando el diálogo y pensando, el primero en las delicias
y que se habían perdido la hora del almuerzo y de que en el apuro por recuperar
el cristal no habían preparado ni
un mísero sandwich para el viaje; y el segundo en de qué manera iba a pedirle a
Juliana que le devolviera lo que le pertenecía. Porque la ley decía que las cosas pertenecían al hada, o en
este caso humano, que lo encontrara. Y solo podia retornar a su dueño original si
el que lo había encontrado lo quería devolver. Normalmente se daba ese caso,
las cosas se devolvían asus dueños originales, pero a lo largo de la historia
hubo casos de rencillas y hasta de batallas por objetos perdidos y encontrados.
Manchu ya había descartado cuanta idea se
le había ocurrido. Además, había visto el cambio en la expresión generalmente
triste de Juliana. Con el cristal colgando del cuello, la nena estaba feliz.
Ensimismado como estaba no se dio cuenta de qeu Juliana lo estana mirando con
la boca abierta. Tenía el cristal en la mano y podia verlos.
-Fritzchie, ey Fritzchie!
-Qué?-preguntó su primo con la boca llena.
-Nos pueden ver. Los dos nos pueden ver.
-Y también oír-acotó Casimiro muerto de
risa. El rey los había estado observando desde que entraron volando. Vio el
hambre en la caara del más flaco y la desesperqación del más bajo. De cómo
abatido por la situación se sentaba con las piernas cruzadas y pensaba en voz
alta diferentes opciones para
recuperar su cristal. Y mientras miraba todo eso y veía la cara de sorpresa y
deleite desu hija al ver las hadas por primera vez, esperaba.
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