Desde antes del tiempo

viernes, junio 09, 2006

IMAGINANDO

Yo me lo imagino, arrastrando los pies, con la cabeza gacha, cansado, tirando de la bolsa gris cargada de libros y cuadernos escolares; con el cuello de la camisa abierto y la corbata del uniforme torcida, los pantalones grises en su lugar gracias al cinturón y el blazer azul con el escudo, algo largo, desarrapado, sin importarle demasiado su destino, dejándose arrastrar por la pequeña fuerza que había dispuesto que lo guiara. Como cada mañana. Como cada tarde en sentido inverso.

Nunca entendió por qué tenía que aprender sobre átomos y el oxígeno, las diversas fórmulas matemáticas o el orden de las notas musicales. Ninguna de esas cosas ayudaba a ordenar las ideas que surgían en su cabeza repentinamente.

Por suerte alguien le había contado que a veces servía escribirlas.

Por eso siempre tenía esa libretita, ya sin tapas, con él. Y un lápiz, por supuesto. Para ordenarlas, para darles sentido.

Y a veces sucedía, que una idea de la semana pasada, continuaba en una de esta semana o tal vez, la de recién fuera el principio de una que había surgido hacía dos meses, por qué no. Ya había ocurrido.

Como esa vez en que Malena moría: era viejita, era su hora. Pero quién era Malena. En ese momento sólo sabía eso, que era su hora. Hoy, muchos meses más tarde, sabía, por ejemplo, que vivía en una casita blanca y de techos rojos, que tenía pelo negro y un gato; que le gustaba jugar a las muñecas y sacarle la lengua a los que pasaban frente a su ventana. Sabía que Malena tenía cinco años y que todavía le faltaba mucho más por vivir.

Pero a él le correspondía llenar ese blanco en la vida de Malena y hasta ahora no se le había ocurrido qué poner.

Por eso le molestaba tener que ocupar parte de su cabeza con cosas inútiles, con nociones que tapaban las otras que pugnaban por salir. Necesitaba saber qué hacer con Malena y con tantos otros personajes que poblaban su cabeza y su cuarto de adolescente abarrotado de tareas ajenas a su manera de ser.


Y ahora, cuando me lo imagino rumbo al colegio, lo veo como si hubiera puesto el piloto automático de la nave esa que llamamos cuerpo, sentándose bajo un árbol para sacar su libreta, el lápiz, y escribir el último de sus pensamientos, chando una rápida mirada al reloj de su muñeca, girando la cabeza a la derecha y a la izquierda, buscando subrepticiamente entre las páginas si éste pertenece a otro o es uno nuevo, brillante e impoluto como un recién nacido, levantándose desganadamente y seguir con su paso cansino hacia ese edificio gris donde todos tienen que pensar lo mismo en el mismo momento. Donde no se permiten libretas ajadas, lápices sin punta, ni Malenas, ni pensamientos terroristas que asaltan la mente en el momento menos oportuno.

Y ahí, parado a solo metros de la puerta, endereza los hombros, abrocha la camisa, ajusta la corbata y, con un gran esfuerzo intima a sus pensamientos a no surgir durante el día. Cruza el umbral y ya es otro: el mejor alumno, el más brillante, el mejor jugador de fútbol...

Pero adentro, agazapado, esta él, con su libreta y Malena, esperando.

1 Comments:

Blogger Soshebar said...

Irina, me atrevo a decirte que es un texto impecable...por cómo está escrito y por el sentimiento que lleva consigo.
Felicitaciones!!!

5:41 p.m.  

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