Desde antes del tiempo

martes, octubre 10, 2006


Alterego ( para Sonia)

Por fin conocí a Marina. Era una de esas cuentas pendientes que tenía con la vida. Y se dio, de casualidad realmente, no porque yo hiciera algo al respecto, sino por mera casualidad.

El sábado pasado estaba invitada a una fiesta en la casa de unos amigos. Eran más de las dos de la mañana cuando sonó el timbre, a esa hora ya nada nos sorprendía: entre el licor, el sueño y algún que otro inocente porro estábamos más allá del bien y del mal.

Abrieron la puerta y ahí estaba ella, con un vestido rojo, mínimo, alta ( escuché en algún lado que había tomado una poción especial para crecer), castaña con ojos color almendra, un eterno tostado, impecable y una perfecta sonrisa en la boca. Labios carnosos, medio despintados. Dio un paso, y se desplomó cuán larga era, hasta la música se detuvo por un segundo.

-Estreno tacos-fue su explicación-Es como la cuarta caída de la noche-agregó, señalando pequeños moretones en las rodillas y los brazos, y se largó a reír. Tenía una de esas risas contagiosas, profundas, que le sacudían todo el cuerpo. Como si eso fuera un disparador, la música volvió a sonar, estridente, el griterío nos envolvió y yo quedé ahí parada, mirando como recogía su cuerpo para ponerse de pie.

-Hola, soy Kira-me presenté-Gran entrada la tuya.

Me sonrió, y en voz baja confesó: “siempre me ocurren estas cosas, es como si alguien quisiera hacerme pasar papelones toda mi vida. Pero ya estoy acostumbrada, hace un tiempo que decidí reírme de mi misma y da resultado.”

El humo del cigarrillo formaba una nube azulina y nos buscamos un rincón cercano a la ventana para poder hablar tranquilas, tantas confesiones por delante, tantas cosas para contarnos, en fin, tanto en común: los viajes por parajes extraños, aventuras por el Amazonas, romances en cada puerto. Nos dimos cuenta de que más de una vez nos habíamos cruzado, como cuando ella terminaba su relación con el magnate armador de yates en Courchevel y partía, buscando nuevos horizontes, y yo llegaba a la villa de esquí con mi amor de turno (¿cuál era? Ya ni recuerdo) O esa otra, aquí en Buenos Aires, invitadas a la misma fiesta, esas que hacen historia en las revistas del cholulaje nativo, en la que el Tattersall desbordaba de invitados, y no nos vimos en toda la noche.

Pero más allá de una intensa vida social, compartimos cosas mucho más profundas e importantes: valores, un mismo código de vida, y la lealtad para con una misma y el otro, como pilar.

Es que nos conocemos de siempre, aunque esa noche fuera la primera vez que nos veíamos cara a cara. Al fin y al cabo, ambas éramos producto de la creación de dos grandes escritoras.

Ilustración by Benfield "Golden Mask"

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

dos garadnes escritoras? me encantó eso

5:12 p.m.  
Blogger Soshebar said...

Cómo no agradecer este post...magníficamente escrito, con la solvencia y la magia que te caracteriza...gracias, Marina.

6:37 p.m.  

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