Desde antes del tiempo

miércoles, agosto 29, 2007

Just on time

Kira se despertó sobresaltada. No recordaba qué había soñado, pero tenía una sensación amarga. En la claridad de la madrugada-acostumbraba dormir con las persianas levantadas-trató de concentrarse, y así de repente, de la nada, le salió: Marina.
Sin perder el tiempo se levantó, puso la cafetera, la automática no la de espresso, para eso no había tiempo esta mañana y mientras el líquido oscuro, cual tinta china, bajaba, se duchó y se vistió de negro. Ropa práctica, cómoda, de corte impecable y excelente marca. No sabía a qué podría enfrentarse el día de hoy en su búsqueda.
Empezó por los lugares más obvios, departamento, casa del último amante conocido, recorrió desde la Recoleta hasta San Isidro, los grandes hoteles y nada. En su auto, bajó el espejito cambió el maquillaje, de su amplio bolso sacó las zapatillas y dejó las botas de taco alto, sacó, también, la bijouterie llamativa, de plástico y poco fina y guardó el oro y los brillantes. Se ató el pelo con una gomita y puso en marcha el motor, debía cambiar de barrios para continuar con su búsqueda.
Pero resultó inútil, Marina no aparecía y en todos lados la misma respuesta, la última vez que la vieron había sido entre dos y tres días atrás.
Se dirigió a Ezeiza, Raúl en Migraciones sabría si había salido del país. Con le dinero listo en el bolsillo entró sin golpear en la oficina, nadie la detuvo, con su pollera y tacos altos, el maquillaje justo, muy perfil bajo pero con clase, era una secretaria ejecutiva de cualquiera de los jefes. Raúl se sorprendió, hacía un tiempo que Mercedes (el nombre que usaba para ese contacto) no se acercaba por Ezeiza. Contento con el extra que llevaría a su casa esa noche, la ayudó a chequear, y ahí estaba en un vuelo a Atenas del sábado a la tarde, Marina.
Kira miró su reloj, si hacía rápido podía volver a su pied a terre, armar una pequeña valija y llegar a tomar el siguiente vuelo que salía en 4 horas. Revisó su bolso, tenía el pasaporte, una muda completa y decidió no arriesgarse. La sensación de apremio era cada vez mayor. En el baño volvió a ponerse el atuendo que tenía esa mañana y se dispuso a esperar el llamado de embarque.


Las llamas que se acercaban a Atenas eran visibles desde el avión. Ya en la ciudad, retomó lo que había hecho en Buenos Aires, buscar en todos los lugares posibles. Hasta que dio con el rumor exacto y se asustó. Llegó hasta la mansión indicada, y miró a través de la reja, el olor del incendio la alcanzó repentinamente y la obligó a tomar una decisión. Sin importarle las consecuencias, saltó el paredón que rodeaba la gran casa y corrió por el parque hasta llegar a una puerta de vidrio. Adentro la vio a Marina, del brazo de un hombre mayor frente a otro que tenía un alto gorro. No lo pensó y abrió la puerta al grito de “yo me opongo”.
Los tres giraron al mismo tiempo, Marina soltó al hombre mayor y corrió a abrazar a Kira mientras le susurraba “como la caballería, Just on time” y sin mirar hacia atrás salieron.

-Me podés explicar que hacías ahí a punto de casarte con Katapoupolos?
-Me agarró en un momento de debilidad, de esos en qué una se plantea para qué está en esta vida, etc.
-y en vez de llamarme, decidiste casarte con le magnate de yates más grande de Grecia
Marina sonrió gatunamente,-está muy enfermo, no le queda mucho por delante.
Kira la miró de reojo y largo una carcajada, al fin y al cabo Marina era nada más que Marina.
Ambas se acomodaron en los asientos de primera clase y se durmieron en el vuelo de regreso a Buenos Aires.