Desde antes del tiempo

jueves, abril 27, 2006

Se me ha perdido algo. Espero hallarlo pronto, pues sin ella estoy perdida. He buscado por todos

lados, y cada vez que creo verla, un rastro, un hilo, una sombra, se me vuelve escapar. Como la sombra de Peter Pan, como sólo puede hacerlo LA INSPIRACIÓN.

Si alguien la ve. Si alguien la escucha. Le dice que la extraño. Que es difícil estar sin ella. Que me siento...vacía.

miércoles, abril 26, 2006

Se lo robé a un novel escritor porque me hizo sonreír todo el tiempo mientras lo leía. Gracias MD

El último ángel, jugó todos los juego. Amó todos los amores.Bebió todas las bebidas.Admiró todo lo admirable. Soñó todo lo que vivimos y vivió todo lo que soñamos...Corrió todas las maratones y no llego a la meta nunca...

martes, abril 25, 2006

Depende de cómo se mire

Estoy en un atascamiento de tránsito, con autos que me rodean y una barrera de esas típicas de Belgrano que tardan demasiados minutos en levantarse, unos metros más adelante. Va por el cuarto tren que pasa y nada, seguimos aquí parados. El reloj de mi camioneta marca las 8:07 de la mañana. Hace exactamente tres minutos dejé a mis vástagos en la puerta del colegio y vuelvo a mi casa, a mi taza de mate cocido y al Clarín de cada día.

Repentinamente, una moto pasa zigzagueando entre los autos, y pasa también, por ese hueco que deja la barrera. Pasa con orgullo y desdén hacia nosotros los pobres automovilistas estancados. Y pienso:” que suerte que tiene. Poder andar así, libremente y sin tener que esperar siempre otro tren”

Robbie Willliams cambia de tema por tercera vez y por fin se levanta la barrera. El reloj ya marca las 8:18, once minutos, no superé mi record.

Es un día de llovizna constante que deja todo húmedo y no hay paraguas que sirva. Doblo a la izquierda. Dos cuadras más adelante, llegando a la avenida otro tumulto. El tránsito se enlentece “Adiós mate humeante”-murmuro entre dientes apretados maldiciendo al tiempo, la hora, el día y a todo lo que se me puede ocurrir tan temprano a la mañana. Avanzo a paso de hombre.

Repentinamente lo veo, al motociclista desdeñoso, tirado, inerte, sobre el pavimento mojado de ese día gris. Su poderosa máquina varios metros más adelante, atravesada sobre la mano contraria.

Ah, me olvidaba. ¿Les dije que el casco protector lo llevaba en el brazo?

Un cuento

Primero dejó de comer, aunque la comida había sido un punto central en su vida, había cosas más importantes que hacer.

Después dejó de tomar, agua, por supuesto, otra cosa no bebía, más que un sorbo de champaña en alguna ocasión muy especial.

Cuando las fuerzas se le fueron acabando, se acostó en el piso, comodamente en un principio, después ya no importó.

Y por fin dejó de respirar.

Pero no murió. NO. No por lo menos, como lo entendemos nosotros. Sólo se aparto un poco de esta vida terrenal y se dedicó a viajar.

¡Qué placer viajar así! Sin ataduras, ni esperas, sin demoras, ni valijas pesadas. Solo volar hacia donde él quisiera, y conocer tanto, tanto.

En su primer vuelo se pareció al Principito, todo de blanco, con pantalones abuchonados en los tobillos y una larga bufanda que flameaba detrás de él. Y se dio cuenta de que podía ser quien quisiera. En ese viaje, sentado en una nube, jugaba carreras con el viento.

Otra vez se paró sobre el planeta Tierra y camino sobre él como los payasos del circo sobre una pelota. Sus propias carcajadas le llenaban el pecho y brotaban de su garganta. Y allí abajo en esa pelota-planeta, solo los más pequeños lo escucharon y aplaudieron, contestándole con ese gorgojeo típico de bebés que saca sonrisas en las madres.

Pero el mejor de todos sus viajes fue el que hizo acompañado. Ese día y por primera vez desde que decidiera abandonar la Tierra, se encontró con alguien en su deambular. Cuando lo miró a los ojos sintió una conexión inmediata con ese extraño, y sin palabras de por medio comenzaron a caminar juntos.

Repentinamente, el otro le habló.

-No estás aburrido de andar solo hace ya tanto tiempo?

-No-contestó extrañado-Me gusta pasear en las nubes, hacer skate en los acantilados, o saltar de Planeta en planeta. Me gusta hacer reír a los chiquitos, son los únicos que me ven. Vos no lo probaste alguna vez?

La respuesta fue una sonrisa condescendiente, pero bondadosa.

-Además todavía no encontré todas las respuestas.

-¿A qué preguntas?

-A todos los por qués y para qués. A los ¿habrá, realmente existirá?

-Y estás seguro de que buscaste en los lugares adecuados?

-En todos los que se me ocurrió, por lo menos.

El extraño-desconocido se quedó pensativo un rato. Y luego alargando una mano tomó una estrella pequeña pero muy, muy brillante y se la dio.

-Es hora de que vuelvas. Has paseado y disfrutado y encontrado todo lo que acá podías hallar. Ahora vuelve y busca allí el resto de las respuestas. Seguramente surgirán más preguntas y podrás contestar las que correspondan, ya sabes dónde buscar.

Dicho esto se alejó caminando serenamente, silbando, con las manos en los bolsillos que antes él, el paseador, no había notado que tuviera.

La estrella flotó desde su mano hacia su corazón, luego hacia su frente y por último hacia su coronilla. La luz se hizo más fuerte, tanto, que le pareció que podía agarrarla, si quisiera, como si fuera una soga.

El extraño-desconocido miró hacia abajo, hacia la pelota-planeta y una sonrisa iluminó su cara. Decididamente el trabajo de un Padre no termina nunca.

Acá abajo, en el planeta Tierra, un rayo de sol iluminó una habitación, en una casa de un país y se reflejó en el llanto del recién nacido y la sonrisa de esos padres primerizos.

Irina giglio

Abril 2005

jueves, abril 20, 2006

1era. Parte Israel - Capítulo

“…you may say I´m a dreamer

But I´m not the only one…” (John Lennon)


-Cuando mi papá se entere de que pagó lo que pagó para que su princesa se dedique a limpiar baños, le va a dar un ataque-murmuró Dana Meier mientras acomodaba su campera a modo de almohada en el césped. Por los mini parlantes de su walkman se escuchaba a Air Supply cantando sobre dos personas solitarias menos en el mundo.

El tibio sol de invierno calentaba lo suficiente como para que todas las tardes, desde que llegaran al kibbutz, Dana, como la llamaban sus íntimos, y sus amigas, se juntaran a compartir las experiencias de cada día.

-Decididamente y a pesar de la lavada de baños, vidrios o pisos es lo mejor que me pudo pasar-y con una sonrisa de sirena que le iluminaba el rostro cerró los ojos por un instante y agradeció el poder estar ahí con sus mejores amigas. Recostada sobre los codos, inhaló el aroma a verde y esperó. A los pocos minutos llegó Ela y se acostó a su lado.

-¿Cansada?

-Frita.

-Lógico.

La paz que las rodeaba era tan intensa que con un suspiro de placer la recién llegada optó por perderse en la música y relajarse.

-¡Dana!

-Llegó Sonia-anunció burlonamente Ela.

-La escuché-contestó Dana sin moverse.

-La escuchó todo el kibbutz.

-¡Dana!-repitió Sonia casi sin aliento y desplomándose en el pasto.-Acabo de ver al hombre de tu vida.

Semejante declaración llamó decididamente la atención de las otras dos jóvenes, que se sentaron inmediatamente.

-Es alto, muy alto; es rubio, muy rubio y tiene los ojos más azules que puedas haber visto en tu vida.


3ra. Parte

Buenos Aires (9años más tarde)

Capítulo 1


Parada en un semáforo, tamborileaba los dedos sobre el volante de su compacto Mitsubishi plateado, al ritmo de la música. Recordando la revista Uno que había depositado en el asiento del acompañante, aprovechó ese minuto, y la hojeo. En la parte central de la publicación, había una serie de fotografías, un estudio sobre la mujer de hoy. La foto principal, que ilustraba el artículo, la dejó sin habla: era una toma que recordaba muy bien, ella, sentada contra un tronco, en el lejano kibbutz al que había ido hacia tantos años, que parecía otra vida.

Capítulo 3

-Sigue hablando con todo el cuerpo-fue lo primero que se le cruzó a Erik por la cabeza, cuando se repuso de la impresión inicial de ver a Dana, tantos años más tarde.

Vestida con un traje sastre de color verde, con la pollera un centímetro mas corta que lo estipulado por la moda, presentaba un gran cambio, con respecto al recuerdo de la longuilínea muchacha, de eternos jeans gastados y largos pullóveres, que él guardaba en su memoria.

sentado a espaldas de Dana, evaluaba su posición actual. Hacia 9 años que no la veía. No sabía si estaba casada, si ese joven era su novio; tampoco sabía cómo iba a reaccionar ella si él aparecía así, repentinamente. Su proyecto de hacer fotos en este país no era nuevo, hacía mucho tiempo que tenía ganas de hacerlo, y siempre había surgido algo; pero hacía una semana, sentado con el director de la revista UNE, había comentado sus inquietudes sobre recorrer la Argentina y hacer algo distinto. Sin pensarlo siquiera, el director aceptó, con la condición de qué buscara un ángulo diferente para la nota. Y allí estaba, 7 días más tarde, mirando al real objetivo de su viaje, hablar con dos hombres, a sólo tres metros de distancia.

con un nudo en el estómago, que no había notado momentos antes, se volvió hacia la joven que lo miraba con una mezcla de sorpresa y furia en esos ojos tan expresivos.

-Aldana...

-Lena- contestó Dana fríamente, con la voz que solía usar para hablar con el directorio de la empresa.

-Estás igual, no cambiaste en nada.

-No sé si tomarlo como un cumplido o como un insulto.

-Dana, tenemos que hablar.

-Yo creo que no. Que tengas una buena vida-contestó secamente, y girando sobre los talones, se dirigió hacia la puerta.

Por segunda vez en el término de una hora, Erik sintió que una furia irracional lo invadía. Sin poder controlarse, tomó a la joven por un brazo, haciéndola girar de tal manera, que quedó aprisionada contra su pecho.

Temblando de bronca, Dana levantó su cara hacia la de él, y con ojos que echaban fuego, empezó a decirle lo que opinaba de los hombres con actitudes machistas.

Erik, miró a la muchacha que, después de tantos años, volvía a tener entre sus brazos, y sin poder contenerse, bajo su cabeza y la besó.

El roce de esos labios le trajo recuerdos que creía enterrados para siempre, y un escalofrío le recorrió todo el cuerpo.

Dana, impotente, opuso resistencia, pero Erik, y su propio y traicionero cuerpo, decidieron otra cosa. El mundo que los rodeaba desapareció, y se sintió inmersa en una multitud de sensaciones, que le aflojaron las rodillas y le nublaron el pensamiento.