
Hoy falleció un bostero.
Hoy falleció un amigo.
No soy de estirpe futbolera, ni me casé con un fanático de esos que cada domingo mira fútbol de primera. En mi casa el fútbol no existía, tan poco nos interesaba el tema, que mi marido era de Racing (pobre!) y yo: Argentina. Pero tuvimos un varón, que por esas cosas de la vida, en vez de pan, bajo el brazo trajo una pelota. De chiquito, mi chiquito, pelota que veía , pelota que pedía. Sano nos resultaba el nene, aprendió a caminar y patear al mismo tiempo. Sólo le faltaba un amor, de esos que se llevan en el corazón, y que solamente un hincha real puede entender. Racing quedó descartado antes de siquiera ser pensado y empezó la lucha entre tío y padrino: que de Veléz, que de Boca. Cabe aclarar, que hablamos del Boca de Bianchi, con todas las copas y campeonatos ganados. Cabe, también aclarar, que hablamos de la época de Macri, de un merchandising espectacular contra el que ningún equipo de Argentina puede competir. Y ganó Boca. Sobre todo porque un buen hombre, bostero de alma, que adoraba a los chicos (se hizo cargo de educar no sólo al propio si no a los abandonados por la vida) le regaló su primer equipo, camiseta, shorts y medias a mi chiquito que todavía no había cumplido 3, y lo sacaba a pasear contándole grandezas del equipo xeneize.
Y mi nene le creyó y se sumó a la 12. Ocho años más tarde, en casa somos fanáticos, los domingos se planean en base al partido de la fecha, y lloramos y puteamos con Riquelme, Con la patada injusta del Gato Sessa a Palacio, o cuando se nos fue Tevez a jugar a Brasil. Y nos quedamos hasta cualquier hora mirando los partidos internacionales y nos levantamos sin chistar a la mañana siguiente. Y llevamos torta al cole cuando gana Boca, y cuando pierde también, porque “Boca es un sentimiento”.
Mi nene todavía no lo sabe, pero hoy tempranito a la mañana falleció el amigo, el que lo hizo de Boca: